Para el mantuano de
hoy, decir cultura implica deuda con el espíritu sensible que alguna vez
descendió sobre esta tierra cargada de historia.
Y aunque todo apunta
a los inmuebles demolidos donde nació y se desarrolló la
idiosincrasia de la localidad, es preciso reivindicar el valor del creador, que nada pide para sí, como no sea el
reconocimiento por su entrega a los caminos de la literatura, la plástica, la
música, el teatro y la danza.
Son muchos los que
tienen la misión de encausar la creación artística de Mantua, pero el producto
es escaso, porque el desaliento amenaza desde lo perdido, y algunos prefieren
no correr riesgos.
Paradójico es el
hecho de los primeros tiempos, iguales de austeros, cuando unos pocos elevaron
a Mantua hasta la cima de la cultura nacional. Decenas de bailarines surgidos
de esta tierra de pinares, vegas y ríos.
¿Cuántos han de
perderse hoy que el número de hombres y mujeres dedicados a enseñar cuadruplica
la cifra de aquellos primeros?
Tierra de tesoros,
fantasmas, buen tabaco y mentes brillantes, es cuna y osario de Claro Ebra, el
mayor mitómano que parió esta isla; de
Jesús Serrano, poeta inmenso desde su desmedida austeridad, de
Santovenia, que escribió su historia con pulso sereno y palabras escogidas, de
Danilo Pulido, novio de sus paisajes, de Pertierra, cultor de leyendas y de muchos que desandan sus calles, reposan
en sus amplias casonas coloniales o sufren la fiebre creativa que salva del
escarnio, de las simplicidad y las subestimaciones canallescas y vulgares.
Es tiempo de
decantar, de modo que la marcha la realicen los que vibran y no los que
coexisten; los que sienten y no los que
contemplan desde la esquina, el paso de la vida.
Es crimen de lesa
humanidad, mantuicidio, cachetada oprobiosa no luchar por Mantua, y
contemplarla en su dolor de muros calcinados, zapatillas colgadas, cuerdas
silenciosas y pinceles dormidos en el lugar más oscuro de los recuerdos.
La responsabilidad
corresponde a todos; porque la cultura no es el mero hecho de la orquesta, la
obra pictórica o el poema que se lee en velada; es el latir de un pueblo que
ama, trabaja, vive y respira; es la condición que nos distingue, que nos hace
únicos, irrepetibles, en fin… cubanos.
Es hora de restañar
heridas, exonerar el silencio cómplice y desterrar las insuficiencias porque,
Mantua, es altar y no fuste, y hemos de venerarla en vez de usarla para elevar
estandartes poco creíbles que nada tienen que ver con su belleza e historia
salvadora.
Felicitaciones Lázaro, aplausos a tus ideas en defensa de nuestra tierra!!!
ResponderEliminarGracias hermano.
EliminarGracias por empujar desde tus letras. Sueño con que regresen los duendes que despertaban la creación en Mantua. Quizás así, no nos quedaremos sólo con las ganas de hacer y pueda pisar otra vez las tablas donde hice mi primera representación teatral de la mano de Omara Otero y donde Víctor, desde su tercera hilera observaba con su buena mirada critica, y nos premiaba con sus aplausos. Es bueno saber que habemos más con sueños comunes.
ResponderEliminarGracias, pienso igual. Tenemos todos que luchar porque esa magia vuelva a Mantua
EliminarGracias por empujar desde tus letras. Sueño con que regresen los duendes que despertaban la creación en Mantua. Quizás así, no nos quedaremos sólo con las ganas de hacer y pueda pisar otra vez las tablas donde hice mi primera representación teatral de la mano de Omara Otero y donde Víctor, desde su tercera hilera observaba con su buena mirada critica, y nos premiaba con sus aplausos. Es bueno saber que habemos más con sueños comunes.
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